Cuando hablamos de seguridad digital normalmente nos referimos al conjunto de acciones que podemos llevar a cabo para proteger y tener control sobre nuestras comunicaciones, información y, en general, sobre nuestros datos, procurando garantizar su disponibilidad, integridad y confidencialidad, pero, ¿qué es exactamente lo que debemos proteger?, ¿cómo hacerlo?, ¿dónde comenzar? Una manera de explicarlo es a través de la siguiente imagen:

En la imagen te mostramos cómo es el recorrido regular de la información cuando navegamos en Internet. Vemos como una persona, utilizando su computadora, se conecta a una red wi-fi para enviar, por ejemplo, un correo electrónico. Para ello la información pasa, en primera instancia, por la infraestructura de su proveedor de servicios de Internet o ISP y a continuación entra a la Internet, específicamente al servidor de Google.

A continuación, para que la información pueda ser consultada por el destinatario, este debe tener un equipo (en este caso un teléfono móvil) que accede a Internet a través de su propio ISP.

En la imagen es posible identificar varios componentes que hacen posible la comunicación: los usuarios y usuarias (“personas”), los equipos, las redes internas, los ISPs y, finalmente, lo que hemos denominado el “Internet”.

Para mejorar nuestra seguridad digital será necesario tomar medidas en cada uno de estos componentes porque cada uno posee vulnerabilidades que pueden ser aprovechadas por los atacantes. El orden en que llevemos a cabo las medidas de protección o el componente donde deseemos comenzar no es lo relevante, sino llegar a cubrir cada uno de estos para cerrar todas las posibles “puertas de entrada” a nuestros datos.

Es por ello que se dice que la seguridad es un proceso en el que se van añadiendo capas de seguridad a cada uno de los componentes que intervienen en la administración de la información. No existe una herramienta mágica que te proteja de cualquier ataque.